El profesor Enrique Sáez presentó el trabajo de Friedrich Schelling no sólo destacando el diálogo, sino también como una puerta de entrada a la filosofía del autor y de su concepción sobre la tarea filosófica. “Si bien el romanticismo puede ser un movimiento que es patrimonio de poetas y artistas, asumo que en el ámbito de la filosofía es Schelling el pensador que representa esa corriente, en la que también encontramos a Schiller y Goethe”, explica Sáez, agregando que los románticos se encuentran movidos por los sentimientos, frustraciones e intuiciones, por el vacío existencial y la muerte, actitud contrapuesta a la racionalidad y a la preeminencia de los conceptos. Es así como el diálogo es rechazado por filósofos como Hegel que aspiran al “saber real” y a la ciencia. Sin embargo el profesor Sáez destacó la tradición filosófica de autores como Spinoza quien abogaba por una filosofía que debía ser comprendida por la mayoría de las personas.
“El intento de Schelling por devolver la filosofía a sus más prístinos orígenes se pone de manifiesto en el diálogo”, señala Sáez. “Para mi el diálogo es condición de apertura del conocimiento humano y de la esencia del hombre como tal, pero por sobre todo es la búsqueda del otro, de la cercanía, de la proximidad, del estar con, así en todo ejercicio de esta naturaleza requerimos la palabra de sus interlocutores y el oído atento de los mismos. Se trata de un momento inclusivo, del libre compartir cara a cara con los otros”. Para el profesor Enrique Sáez, “Clara. Un diálogo sobre la muerte” apunta a elevar lo común al plano del ejercicio filosófico, buscando la verdad en unión con los demás.
Matías Tapia, por su parte destaca el diálogo como expresión filosófica y el acceso que posibilita a los problemas de la filosofía. La motivación inmediata del diálogo es la muerte de la esposa de Schelling, Caroline, lo que hace que el autor “se pregunte por la muerte para reconsiderar la vida y la contraposición de fuerzas que se dan en ella”.
Natalia Uribe apunta a que Clara es una obra única dado su estilo filosófico, muy distinto al resto del trabajo de Schelling. Más poético y amigable, es una respuesta intelectual al sentimiento de pérdida de un ser querido y señala que “el diálogo trata principalmente de esta relación entre la vida terrenal y la espiritual cuyo paso está marcado por la muerte”.
En la obra se encuentra también una crítica al dualismo de Kant y al racionalismo de Hegel en el marco del giro que da Schelling hacia una filosofía positiva, explica Matías Tapia. “La reflexión de Schelling se muestra en dos dimensiones que pueden parecer antagónicas, pero que no lo son. Una es la mirada del tratado académico-filosófico en la que el filósofo aparece como un simple medio para comunicar una verdad determinada y, por otra parte, la encarnizada dialéctica de la conversación que pone el acento en el proceso de intentar acceder a la verdad más que en el resultado”, explica.