Homenaje del Departamento de Literatura a Pedro Lemebel

Homenaje del Departamento de Literatura a Pedro Lemebel

La obra de Lemebel, como la de todo gran escritor moderno, se abre a la experiencia del tiempo cotidiano, al mundo de todos los días (al orden social y cultural que lo rige). Esa apertura se nos da bajo la forma de imágenes a cuya luz se hace visible el lugar del sujeto en ese mundo, un mundo estrictamente histórico.

Pero, ¿de qué sujeto se trata en el caso de Lemebel? El suyo es el sujeto “popular” chileno, el de los pobres, y el espacio que habita, la “pobla”. Un sujeto y un espacio objetos de la represión durante la dictadura militar (1973-1989), de la marginación y la explotación entonces y ahora. La visión de Lemebel carga consigo el dolor de semejante situación y, a la vez, la crítica al poder que la produce y sostiene.

Como “artista plástico” (en sus “performances” de la década del 80, en plena dictadura) o como escritor, Lemebel nunca deja de hacer visibles ese dolor y esa crítica, y tampoco renuncia a hacerlo desde el humor o la ironía, incluso desde el grotesco.

Si bien escribió también novelas, tal vez sus puntos estéticos y políticos más altos los alcanza con la crónica urbana. Una crónica libertaria, corrosiva, decidida a instalar la “incomodidad” dentro del mundo cultural posmoderno, el de los medios digitales, del “todo igual”, del hoy como espectáculo del mañana, y de lo que oculta, o por lo menos intenta inútilmente disimular: la producción de las mayores diferencias a nivel global entre ricos y pobres, es decir, entre accesos privilegiados al consumo y accesos mendicantes.

Lemebel, en la literatura chilena, sin duda es uno de los últimos “modernistas”: se debate en las redes postmodernas, las de la sociedad del consumo, explorando bordes o límites éticos, estéticos, políticos, articulando su utopía desgarrada. Una muestra singular de su alegato a favor de los postergados, de los discriminados, de las diferencias reprimidas, lo constituye la especificidad de la voz de quien narra en sus relatos: es la voz y el discurso de “la loca”. Una voz y un discurso que unen y confunden su identidad protestataria.

Esta voz y su protesta permanecerán vivos en la literatura y la cultura chilenas. 

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