La académica Alejandra Araya Espinoza ha sido objeto de una querella criminal por parte del alcalde Felipe Alessandri, de la Municipalidad de Santiago, por su supuesta participación en delitos de daños y hurtos ocurridos durante la ocupación hecha por las estudiantes del Liceo 7 Teresa Prats, que terminó el 24 de diciembre de 2019. Como ya ha explicitado la Cátedra de Derechos Humanos de nuestra universidad, esta deleznable acusación es una forma de persecución y amedrentamiento a quienes, desde el Archivo Central Andrés Bello y como parte de las actividades de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, han mantenido desde el año 2015 un vínculo de extensión y formación con las estudiantes de dicho Liceo (ver declaración).
No nos cabe duda de que Alejandra Araya, académica, historiadora, investigadora e integrante de nuestro Centro, es una más de los y las ciudadanas de este país que están siendo blanco de las estrategias de criminalización de los movimientos sociales que el gobierno de Chile ha intensificado desde octubre de 2019 en adelante. Atrapadas en su miedo al pueblo y sus demandas, no sorprende que estas autoridades recurran cada vez más a estos métodos para intentar ocultar su autoritarismo e ineficiencia en resolver los problemas sociales, y en este caso, la precaria situación de un liceo de niñas en Santiago.
Como comunidad de académicas, académicos, funcionarias, funcionarios y estudiantes de postgrado del CECLA, queremos hacer público el apoyo a Alejandra Araya, a la vez que manifestar profundo rechazo a esta querella y nuestro compromiso con la lucha del pueblo chileno por la dignidad y la justicia, que es parte de la lucha latinoamericana contra la explotación y la desigualdad. La primera directora del Liceo 7 Teresa Prats, fue Gabriela Mistral, maestra rural, poeta, ensayista, diplomática y Premio Nobel de Literatura, quien escribió en 1938 que “la miseria no es una palabra, ni una hipérbole forzada, ni un alegato falso: existe y se conoce o se ignora de raíz a copa”. A esa tradición de no ignorar la miseria –ni la material de algunos, ni la espiritual de otros—a la que pertenece Alejandra Araya, es la que hacemos propia, y la que llamamos a defender.