La cultura moderna en América Latina de Grínor Rojo fue distinguida con el Premio Atenea

Grínor Rojo fue distinguido con el Premio Atenea
Fotografía: Esteban Paredes Drake, DirCom UdeC.
Fotografía: Esteban Paredes Drake, DirCom UdeC.

Leonel Delgado Aburto, director del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile celebra el reconocimiento a la obra de Grínor Rojo, uno de los fundadores de CECLA, señalando que “se trata de una obra admirable que reinstala el reto de pensar la cultura latinoamericana como un todo heterogéneo y contradictorio. En un momento en que predomina el pensamiento a través de lo fragmentario o lo local, esta lectura resulta necesaria y desafiante. Su apuesta metodológica sigue la senda de grandes críticos e intelectuales como Pedro Henríquez Ureña o Ángel Rama, pero logrando resituar de manera creativa las cuestiones siempre candentes de la modernidad y la cultura. Se trata de una investigación de lectura necesaria para los especialistas en estudios latinoamericanos, aunque sin duda de gran atractivo para lectores no especializados. La obra del profesor Rojo sigue siendo un corpus inspirador para los investigadores e investigadoras de nuestro Centro”.

Sobre el lugar de la obra en la monumental producción crítica de Grínor Rojo, Alicia Salomone, directora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Chile y académica del Departamento de Literatura, destaca que “una característica de la producción académica de Grínor Rojo ha sido revisar críticamente la historia de la literatura moderna en América Latina, desde una perspectiva amplia, que conecta cultura, literatura y sociedad desde la perspectiva de una mirada crítica. Este libro se suma a otros empeños de Grínor que nos han permitido repensar el canon literario y, más ampliamente, nuestra historia cultural como un proceso complejo y de larga duración”. 

En este sentido, Ignacio Álvarez, académico del Departamento de Literatura, explica que se trata de “una obra de madurez, del tipo de obras que una persona puede escribir cuando entiende la complejidad de un problema cultural, pero al mismo tiempo las unidades grandes, como un pintor que se aleja suficiente de su tela. Se insinuaba en términos metodológicos ya en 1985, en un artículo en el que discutía el modo en que debemos entender la historia de la literatura. Pero tuvo que pasarse a los estudios de la cultura, a la teoría crítica latinoamericana, en general, para poder darle la forma que tiene: la idea de que es posible entender la cultura latinoamericana a partir de su historicidad material”. 

Por su parte, la académica del Departamento de Literatura, Natalia Cisterna, comenta que “son pocos/as los/as intelectuales en Chile y Latinoamérica que hayan contribuido a una comprensión compleja de la historia política y cultural latinoamericana desde el análisis a géneros y fenómenos tan distintos, como el ensayo, el teatro, la novela, la producción literaria en dictadura, la globalización, la cultura en la sociedad neoliberal. En este amplio abanico de temas y preocupaciones, la cultura moderna latinoamericana es un eje que cruza gran parte de su producción intelectual, estableciendo una periodización que es central para las/los que nos dedicamos a estudiarla”. 

En lo misma línea, Elena Oliva, académica del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos, apunta a que “Grínor Rojo nos tiene acostumbrados a trabajos de gran rigor, y esta no es la excepción. No obstante, creo que esta obra tiene un sitial especial en su trayectoria, no sólo porque ratifica el lugar que él tiene como pensador latinoamericano –es decir, que piensa la región en sus elementos comunes y en sus tensiones, como un todo posible y contradictorio–, sino porque nos entrega una obra cúlmine, que recoge años de investigación y docencia. Es sin duda un trabajo monumental por la temporalidad de más de un siglo que recorre, la identificación de temas y personajes nodulares de la cultura latinoamericana, y la apuesta por reflexionar críticamente sobre procesos generales y comunes a nuestra América, sin perder la especificidad de los casos, desplegando una propuesta a contracorriente si vemos las tendencias fragmentarias actuales.

Estilo y ensayo

En la introducción a los volúmenes de La cultura moderna de América Latina, Grínor Rojo escribe que aspira a que “el lector me comprenda, pero sin que ello me obligue a disminuir la densidad de mi discurso”, haciéndose cargo del desafío de abordar temas complejos con un estilo de escritura que dialoga con las tradiciones de la crítica en América Latina y que, al mismo tiempo, es inconfundiblemente propia. 

Sobre esto, Alicia Solomone comenta que “Grínor tiene una prosa única, que expresa la complejidad de su pensamiento, lo que no necesariamente la hace fácil para un lector o lectora no habituada a ella. Es una escritura que se trama mediante oraciones que contienen múltiples frases subordinadas, como si se buscara no dejar hilos sueltos en el tratamiento de temas de suyo complejos. Al mismo tiempo, es una prosa que juega con la ironía para reforzar los argumentos y que también incorpora el humor, buscando con esos guiños la complicidad de quien lee en una suerte de divertido desafío intelectual”.

Ignacio Álvarez, en tanto, destaca que “su escritura es siempre personal, como corresponde a un sujeto moderno —original, racional— que es a su vez crítico, dispuesto a someter a la prueba de la razón todo lo que lo rodea. La suya es una voz que, siendo propia, no renuncia a la apelación colectiva y, siendo autorizada, jamás renuncia al diálogo. Y no solo eso: la voz de Grínor nos transmite la idea de que leer y escribir es una aventura irrenunciable y, de hecho, nada puede estar más lejos de la escritura burocrática que su ensayismo. En cada texto su voz se inventa un problema y nos convence no solo de que es importantísimo sino también de que acompañarlo a resolverlo puede ser un paseo apasionante. Para lograr ese efecto es fundamental el yo que habla: hay un sujeto que compromete parte de su vida, al menos la parte de su vida que queda plasmada en el texto, en la dilucidación de ese problema. Cómo no concederle algo de crédito, al menos de entrada, a quien se ofrece tan abiertamente en el texto. La voz de Grínor, por último, es radicalmente honesta. Cuando recurre a la arbitrariedad lo anuncia, sobre todo en el terreno del juicio. Pero cuando persigue una conclusión lo hace hasta el final y recurriendo a las sencillas armas de la crítica: el texto, la inteligencia, la teoría, la bibliografía. Un espíritu comprometido personalmente con su pensar es, lo aprendimos con Grínor, todo lo que se le puede pedir a la crítica".

Para Natalia Cisterna, la prosa de Grínor Rojo es muy característica debido a que “es dueño de un estilo ensayístico que una puede reconocer con facilidad, como suele ocurrir cuando una lee las voces más importantes del ensayo latinoamericano, como Ángel Rama, Ana Pizarro, Antonio Cornejo Polar o Beatriz Sarlo, por mencionar algunas/os. En el caso de Grínor construye su prosa siempre en diálogo, es posible observar en sus textos una respuesta a un debate o el inicio de una discusión. Su retórica nos sumerge en una conversación intelectual que trasciende el texto mismo que leemos”.

“Grínor tiene un estilo en su escritura que es muy directo. Despliega un modo de hacer crítica que no da rodeos, sino una serie de argumentos para defender su punto. Tiene una manera de ordenar las ideas en el texto que es muy pedagógica, y que resultan accesibles a las y los lectores, aunque sean temas de alta complejidad. En ese sentido, nos enfrenta a una escritura que sin dejar de ser erudita, es muy cercana. Creo que muchas y muchos que hemos tenido el privilegio de tomar sus clases y escuchar sus cátedras o charlas, coincidimos en una sensación común, en una experiencia compartida: y es que cuando lo leemos se nos hace imposible no escucharlo a la vez. Su escritura tiene la impronta de la oralidad de sus clases, y eso es muy distintivo en sus libro”, añade Elena Oliva

Generosidad y rigor

Hay una expresión que se repite constantemente entre quienes han trabajado con Grínor Rojo: la generosidad. Asimismo su condición de generoso (y riguroso) formador de generaciones se repite en los homenajes que se realizan sobre su obra y trayectoria. 

Sobre este ámbito, Alicia Salomone reconoce en Grínor Rojo a su principal mentor intelectual y, al igual que muchas personas, “no solo he disfrutado de su magisterio y guía, sino de su generosa amistad. La puerta de su sala de trabajo siempre estaba abierta para colegas y estudiantes y, hasta el día de hoy, nunca ha escatimado su tiempo y energía para compartir ideas, libros y su propio tiempo en diálogos siempre enriquecedores.

En este sentido, Ignacio Álvarez agrega que  “lo que mejor lo ilustra, me parece, es una anécdota: hace ya muchos años, siendo estudiante de otra universidad, le pedí ayuda a Grínor para la formulación de una tesis. No solo me ayudó: me fui de su oficina, un pequeño espacio sin ventanas en el edificio antiguo de la Facultad, con el manuscrito de su Globalización e identidades nacionales y posnacionales bajo el brazo y el compromiso de que lo leería y criticaría. Un par de semanas después le hice llegar mis observaciones, absolutamente irrelevantes, y sin embargo Grínor las consideró, cambió su manuscrito e incluso me puso en los agradecimientos. Fue una enorme lección: Grínor siempre ha confiado en las personas, en su criterio, en lo que puedan aportar, sin importar la edad o la proveniencia”. 

Natalia Cisterna agrega que “Grínor se ha caracterizado siempre por abrir espacio a las nuevas generaciones de investigadores, ya sea haciéndolas/os partícipes de publicaciones, proyectos e incluso citándolos en sus textos. A mi modo de ver, esta generosidad es una forma de entender el trabajo intelectual. Grínor no concibe el desarrollo del pensamiento crítico sin el diálogo permanente con otras/os y, sobre todo, con las nuevas/os investigadoras/es.

En esta mismo línea, Elena Oliva, cuenta que “trabajar con Grínor te impone una alta exigencia, pero también te entrega las posibilidades de crear e imaginar en la investigación. Desde esa combinación Grínor no sólo ha educado a generaciones en literatura, sino también en los estudios latinoamericanos, formando a especialistas en un área interdisciplinaria –cuando esta dimensión de la generación de conocimiento aún no era tan relevante como es ahora–, y en un latinoamericanismo que busca comprender desde lo cultural los múltiples vínculos entre Chile y la región de la que es parte. El Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos, en sus líneas de investigación y sus programas, en buena medida tiene su sello, un latinoamericanismo cultivado desde la investigación, riguroso, políticamente comprometido y altamente crítico, que no tienen necesariamente todos los espacios dedicados al estudio de la región. Creo que eso es algo que reconocemos quienes nos hemos formado aquí”. 

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