En el marco de la jornada organizada por la Cátedra Andrés Bello de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, destacados investigadores revisaron la obra y el pensamiento del humanista desde múltiples perspectivas, reafirmando su influencia decisiva en la conformación intelectual de nuestro país y América Latina.
El historiador Alfredo Jocelyn-Holt analizó las tensiones entre liberalismo y conservadurismo en la época de Bello, describiéndolo como un “liberal cauto” que supo equilibrar la razón ilustrada con la prudencia política. “Bello encarna la moderación de una élite que buscó estabilidad sin renunciar al cambio, una figura que permite entender las ambigüedades del siglo XIX chileno”, planteó. Su pensamiento, advierte, no cabe en los moldes del liberalismo o del conservadurismo; es un intento por conciliar razón y orden, reforma y mesura.

Por su parte, el historiador y abogado Bernardino Bravo Lira, situó a Bello en la continuidad de la tradición europea e hispanoamericana, destacando su papel en la reelaboración del pensamiento humanista en el continente. “Andrés Bello encarna la vitalidad del mundo nuevo que devuelve a Europa sus propios modelos enriquecidos y perfeccionados”, señaló, aludiendo a su condición de puente entre el legado clásico y la modernidad americana. “Bello representa el paso del plus ultra al extra ultra: el momento en que el Nuevo Mundo comienza a crear modelos que el Viejo Mundo vuelve a mirar”.
Desde una perspectiva político-cultural, las palabras del destacado académico y crítico Grínor Rojo, en la voz de Rodrigo del Río, definieron a Bello como “el ideólogo más importante del siglo XIX chileno e hispanoamericano”, subrayando que su proyecto trascendió la política inmediata para situarse en la construcción de una identidad cultural común. “Mientras Portales edificaba el Estado, Bello edificaba la nación desde la cultura, la lengua y la educación”, sostuvo, añadiendo que su proyecto intelectual transformó la cultura en una forma de política: en lugar de imponer, propuso educar.
Finalmente, el reconocido helenista y profesor Emérito de la U. de Chile, Miguel Castillo Didier, abordó la profunda relación de Bello con el griego clásico. “Bello llegó a leer a Homero y a Sófocles en el original, alcanzando un conocimiento notable del griego. Su erudición fue también una forma de duelo, una disciplina que compensaba la imposibilidad del regreso a su tierra natal”, comentó. En su exposición, Castillo Didier realizó una lectura emotiva de la vida del humanista, marcada por el exilio y la pérdida. “El humanismo bellista combina la disciplina filológica con una sensibilidad profunda: un modo de pensar que une el rigor del sabio y la nostalgia del desterrado”.
