¿Qué pronombres usas? ¿Cómo te gustaría que te llamara? ¿Puedes recordarme qué pronombres te gustan? Estas son algunas de las preguntas con las que la campaña #Mipronombre invita a reflexionar sobre lenguaje inclusivo e invitar a utilizar estas formas de manera más cotidiana en nuestra vida universitaria.
La idea nace a partir del largo trabajo impulsado por estudiantes organizados de la disidencia y diversidad sexual, en colaboración con la Dirección de Género y Diversidades Sexuales de la Facultad de Filosofía y Humanidades (DigendiFil), y posteriormente con el Área de Diversidades Sexuales y de Género de la Oficina de Equidad e Inclusión (OEI) de la Universidad de Chile, una iniciativa que busca promover el respeto y reconocimiento de todas las identidades.
Como cuenta Romina Pistacchio, directora de Género y Diversidades Sexuales de la Facultad de Filosofía y Humanidades, tras un par de experiencias de construcción conjunta con estudiantes sobre informativos del uso del nombre social y el decreto de uso de nombre social, también conocido como “Decreto Mara Rita”, vino el desafío del regreso a clases presenciales y el pensar “cuáles iban a ser las cuestiones más complicadas que íbamos a tener que atender, porque consideramos que, de alguna manera, este regreso implicaría empezar muchísimas cosas de nuevo, pero debiendo garantizar la promesa de que la entrada a la universidad es también una posibilidad de ser lo que queremos ser. Así es como empezamos a pensar esta campaña del uso del pronombre”.
Luego de revisar algunas referencias y experiencias, entre las que destacan lo realizado por la Universidad de O´Higgins y la Universidad Greensboro de Carolina del Norte, se ideó está campaña, la que no solo invita a realizar estas preguntas, sino que también explica la importancia del uso de pronombres y del lenguaje inclusivo. De esta manera, la iniciativa convoca a expandir la utilización de este recurso en la mayor cantidad de espacios posibles: pie de firma, redes sociales, presentaciones y exposiciones de clases, nombres en reuniones virtuales, etc.
Margarita Bustos, coordinadora del Área de Diversidades Sexuales y de Género de la OEI, señala que “es fundamental hacer mayor conciencia de nuestra forma relacionante cada vez que conocemos a una persona, porque a veces, quizás por la asimetría en los contextos, no conocemos su nombre o no nos atrevemos a preguntarle, entonces utilizamos un pronombre incorrecto para aludir a esta, y en una sociedad estructurada de manera binaria hay personas e identidades que quedan excluidas de las formas relacionantes, ya sea desde una conversación de lo más trivial hasta en espacios académicos y no académicos dentro de nuestra Universidad”.
Génesis Fernández, estudiante de ciencias políticas y encargada del Área de Género de DiversINAP, recuerda la importancia del uso cotidiano de los pronombres y el lenguaje inclusivo: “Hay que recordar que en el día a día se utiliza un lenguaje sexista que vincula los conceptos de hombre y mujer con roles sociales de género. Por ejemplo, que las mujeres deben ser madres, que los hombres son proveedores de la casa y un sinfín de estereotipos más, y eso provoca cada vez más una construcción social donde solo existen estos dos géneros con sus roles definidos por su sexo, y que no pueden variar de esta delimitación”.
Es por esto que #Mipronombre también contempla infografías sobre uso de lenguaje inclusivo, recordando que “la lengua es dinámica y es independiente de las normas que le impongan, por más que existan instituciones u organismos oficiales como la RAE”. Es así como universidades e instituciones públicas de Argentina y Uruguay han incorporado su uso de forma oral o escrita de manera oficial, ya que -como explica Margarita Bustos- “esta propuesta apela a que seamos más conscientes de explicitar el pronombre con el cual nos identificamos y usar un lenguaje inclusivo es una avance, un pequeño gesto de reconocimiento y visibilidad hacia todas las identidades de género, más allá del binarismo”.
Para la vicerrectora de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, Sonia Pérez Tello, la invitación apunta a que “como comunidad debemos ir construyendo el sentido de este lenguaje, aunque sea incómodo y aunque a veces moleste, porque tenemos que aprender a cambiar en pos del reconocimiento, porque todas las personas tienen derecho a ser nombradas de la forma que deseen y sientan, para así ser reconocidas en su diversidad”.
Por su parte, José Miguel Labrín, director de Asuntos Comunitarios, destaca la importancia de usar un lenguaje inclusivo, “ya que implica una forma de convivir que reconoce y legitima la diversidad sexual y de género de quienes participan de nuestra comunidad universitaria. Con ello, se abren más oportunidades de participación, lo que nos permite mirar cómo nos relacionamos y, sobre todo, nos permite aceptar un derecho tan importante como el de nuestra identidad”.
Como señala Génesis Fernández, los beneficios del uso del pronombre se ven a corto y largo plazo. “Porque en el corto plazo hace que las personas disidentes puedan sentirse cómodas y no discriminadas, es decir, que se respeten sus derechos, por ejemplo, en el uso del nombre social o el reconocimiento del género no binario. Y a largo plazo, que las nuevas generaciones tengan una conciencia más abierta, que permita disminuir esta discriminación y que la heteronormatividad ya no sea lo normal, sino que se cambie de paradigma para que se respeten los derechos fundamentales de las personas disidentes y de las mujeres”.
Según plantea Romina Pistacchio, directora de Género y Diversidades Sexuales de la Facultad de Filosofía y Humanidades, la intención es seguir avanzando en los procesos de naturalización y transformación de las relaciones cotidianas.
“Nosotras sabemos que hay que desconstruir la gramática androcéntrica y los estereotipos patriarcales, las formas lingüísticas y morfológicas que han naturalizado una normalidad excluyente y discriminatoria. Pero desconstruir no es el único paso. También hay que construir y aquello implica la naturalización de otras y nuevas cosas, “hasta que la dignidad se haga costumbre”. En este sentido, la campaña está pensada como un paso más en este proceso de cuestionamiento de nuestro lenguaje y que ahora convoca a experimentar con nuevos usos que normalicen un lenguaje que amplía el espectro, no que incluye, porque la inclusión para mí implica insistir en la asimilación de las personas que han sido históricamente excluidas a una norma hegemónica. Me refiero a un lenguaje que amplifica las posibilidades de nombrar y nombrarse y, de ese modo, favorece la co-existencia en comunidad y en colectivo”.