Formando parte de la denominada etapa de transición (388-385) en la cronología de los diálogos de Platón, se encuentra el Crátilo, subtitulado tradicionalmente como “sobre la rectitud de los nombres” (peri orthótētos onomátōn [περι ορθότητος ονομάτων]). En ese contexto, ya el término orthotés (ὀρθότης) (que remite a valores de exactitud, justeza y corrección) constituye un primer desafío a la interpretación, pues el problema que comienzan por plantear los dos interlocutores de Sócrates en el diálogo (Hermógenes y Crátilo) es si las denominaciones que le damos a las cosas derivan de alguna convención o si tienen el nombre correcto “por naturaleza”. De ahí en más, un sinfín de cuestiones entran en escena: para comenzar, aquel convencionalismo no está lejos de una ascendencia protagoriana respecto a la medida que haría falta precisar si solo pasa por una discusión relativa al lenguaje, así como el eventual naturalismo se hace eco de posiciones heraclitianas cuyos contornos – más allá de la afinidad evidente– no resulta tan fácil delimitar. Pero es también un diálogo donde la teoría platónica de la mimesis se encuentra tan convocada como complicada por la raigambre (arbitraria, para decirlo con Saussure) del signo fonético-alfabético: si las palabras no se parecen a las cosas que designan todo indica que su consistencia ideal –vale decir, de sentido– no podrá resolverse según el criterio de gradación eidos/eidolon/phantasma.
Así mismo, en el Crátilo Platón ratificará uno de los giros tal vez más gravitantes para el pensamiento filosófico posterior: la afinidad entre elemento y letra mediante el término stoikheion (στοιχεῖον), que sugiere una historia alternativa al gramma (γράμμα) (la letra en cuanto marca escrita) que encontramos por ejemplo en el Fedro, pues con stoikheion se implica además un “ilimitado” que pertenece más bien a la anterioridad socrática. No por nada, después de Platón los elementos de los primeros filósofos serán dichos stoikheia (στοιχεία), y de ahí que, asentada por la doxografía, esta inflexión haya suscitado –y siga haciéndolo– importantes lecturas del atomismo democritiano, o que haya llegado hasta Lucrecio, a través de la idea de que el mundo se compone al modo en que las letras del alfabeto se combinan en las palabras. Por otra parte, son muchas las preguntas que el diálogo deja abiertas hacia nuestro presente, partiendo por las relativas al lenguaje, aunque no únicamente. Por ejemplo, ¿cómo interpretar que un eminente biólogo del siglo XX como François Jacob haya pensado el ADN según el modelo “gramatical” de combinatoria que ha generalizado de hecho Platón?
Como segunda parte de un encuentro realizado el año 2022 (“Artes de la medida: el Crátilo de Platón”), en este coloquio invitamos a emprender un nuevo viaje en Crátilo, en procura de reabrir algunos de sus centros de gravedad y explorar otros tal vez menos evidentes.